
Vivo en una ciudad en la que es súper necesario andar en coche porque el clima es tan caliente en verano que no puedes caminar 2 cuadritas sin que el sudor se asome y arruine la ropa. Por eso, sólo por eso aprendí a manejar. Yo sería feliz en una ciudad como Boston, París, Ginebra o Nueva York, cuyos sistemas de transporte son tan buenos que no necesitas tener un carro para andar en el día a día, pero como no vivo ahí, mi tía Mague un día me enseñó a manejar su vocho, estándar, pero la verdad no me gustaba que se me “matara” en los bordos o al cambiar de velocidad.
Un tiempo después, en prepa, mi hermana le insistió a mi papá que la enseñara a manejar y para que la cosa fuera pareja nos enseñó a las 2, creo que era un Century automático… Pero yo sólo aprendí porque veía a mi hermana que lo hacía gustosa, algo que nunca entendí.
Ya en carrera no me quedó de otra que manejar para trasladarme también al trabajo y compré un Jetta Carat, que era súper padre y equipado en su momento, pero me salió tan malo de los frenos que todavía me acuerdo cómo sufría cuando no frenaba a tiempo. Juré que los Volkswagen estaban fuera de mi vida hasta que un día vi la Tiguan 2.0. Se me hizo como manejar un carro, pero con la amplitud de una camioneta pequeña. Sus 4 cilindros y su potente motor la hacen mágica en carretera, al grado que cuando checas el velocímetro ya vas “hecha madre”, como decimos en mi rancho. Cuando vas a rebasar, no batallas y las curvas las agarras perfectamente.
Cuando andaba buscando cuál comprar, había opciones equipadísimas, hasta con cámara de reversa, y montones de “periquitos”, de esos que nos gustan a las mujeres. La mía no fue la de asientos de piel, ni quemacocos súper cool, pero me bastó la luz en los espejos, estéreo de pantalla gigante con muchas funciones, bluetooth para hablar por teléfono sin preocupaciones, muchas bolsas de aire y conectividad con el iPhone, iPod y demás aparatos.
Ya tengo tiempo con ella y, aunque el año pasado salió una versión con motor más chico, por lo tanto más barata, no me arrepiento de mi compra, aunque me duele mucho el codo que el último servicio de la agencia haya costado más de $3500 pesos… Nada qué ver con lo que pagaba de mantenimiento por el Mazda 3, que no pasaba de $500!!!
No puedo negar que cuando veo carros nuevos quisiera cambiar la Tiguan, pero no se puede cambiar de carro como de zapatos, así que dejaré pasar un poco más de tiempo y mientras tanto aconsejo a mis amigas sobre los carros o camionetas que les conviene dependiendo de su presupuesto, gustos y necesidades.
Ojo: no me siento masculina por eso, simplemente me parece interesante saber qué manejo y estoy segura que hay muchas más como yo, pues hace mucho el tema de coches dejó de ser exclusivo de hombres.
That’s all!