
Mía tiene 6 años, es mi ahijada y sobrina, es una hermosa niña llena de vida y cada vez que me ve corre hacia mi y me grita: “¡NINA!” -es la misma manera en que yo le llamaba a mi madrina, porque no podía decir la palabra completa.
Este fin de semana fuimos a comer y a pasear un rato toda la familia, pero yo andaba cansada y quería regresarme a casa. La preciosa sobrina le dijo a sus papás que quería ir con su Nina, y por ser un fin de semana largo, de volada le dieron permiso, así que fuimos por su pijama, su cepillo de dientes, su peluche favorito (una perrita llamada Elsa), un par de cosas más que cabían en la backpack y empezamos la fiesta, primero en casa, luego yendo a la farmacia para comprar un par de cosas. “¡Yo manejo!”, dijo con un tono de voz lleno de alegría. Y manejó “sola”, luego cenamos, me maquilló, me pintó las uñas, vimos su bluray de Katy Perry, luego vimos Los Simpson, hasta que sin querer se quedó dormida.
Al siguiente día, le pregunté si quería desayunar hotcakes y me dijo: “Sí, pero de los que tú haces, no de afuera”. Y así de simple nos fuimos a la kitchen a juntar los ingredientes. Mía de volada se apuntó para ayudarme por lo que rápidamente terminamos el desayuno para toda la familia. Maravillosamente, el resto del día se entretuvo jugando con las croquetas de los perros, con unos portavasos que acomodaba y desacomodaba, con mis cosméticos, con mis perros, con unos post it… Con sus abuelos también jugó, igual que con su tío Julio. Mi iPad muy apenas pasó por sus manitas porque ella es más de convivir, jugar, brincar, que de estar metida con videojuegos.
Su vocesita cantaba “Let it Go”, platicaba, decía que debían hacer Lady y Gio, qué debía hacer yo, o su abuela o el que estuviera al alcance de su mirada. La casa estaba más animada, nosotros estábamos más que felices con esa inyección de energía. De vez en vez, su mamá le marcaba y le preguntaba si quería que pasaran por ella, pero Mía muy convencida decía que todavía no, que pasaran por la tarde, casi cuando fuera de noche. Y así fue… y la pijamada fue un éxito. Terminamos comiendo tortillas de harina en forma de corazón o de “happy face”, paloteadas por mi mismísima ahijada, que es un corazón con patas. 🙂
🙂