
Desde hace semanas que muchos amigos presumen sus decoraciones navideñas, pero en casa de mis papás no se había sentido ese espíritu navideño hasta esta semana que festejamos el cumpleaños de mamá y precisamente ella fue quien se esmeró con la puesta de todo lo navideño.

En Ginebra no resistimos la tentación de comprar estos pingüinos.
La Navidad es un tema que está en mi cabeza desde meses atrás, pues me gusta colaborar con algunas figuras, según yo para darle un balance a la decoración. La mayoría de los adornos son comprados y TODOS me encantan. Este año pensaba que el pavorreal blanco de Bergdorf Goodman opacaría a los pingüinos que trajimos de Ginebra el año pasado o a los osos polares o a los venados de Chelsea Loft, pero anoche que estaba sentada observando el pino llegué a la conclusión de que en realidad todos conviven en armonía.

Ahora sí que colgamos los patines!
Hace varios años, cuando recién llegó este pino artificial, mamá quería que predominaran esferas blancas o plateadas porque ama este color, pero poco a poco hemos incluido palomas, copos de nieve, bolas con espejos, estrellas, todo con las mismas tonalidades.

Los venados escalaron casi hasta la punta.
Lo padre fue que este año involucramos a Mía y Leo en esta actividad porque mamá había olvidado colgar los patines plateados y fueron los niños quienes les encontraron un lugar. Ahora sí se nota más el espíritu navideño y se siente más cuando todo fluye en armonía familiar.

Así luce el pino este año en la casa.
Ahora sólo esperaremos con paciencia la llegada de Santa Clos… a ver qué nos deja!